viernes, 30 de noviembre de 2012

El manual FM- 3-24 de contrainsurgencia estadounidense(*)


Como expresión del grado de involucramiento de la alta burocracia académica en los esfuerzos belicistas del imperialismo Estadounidense, la Universidad de Chicago publicó en julio de 2007 una edición de bolsillo --de chaqueta militar, naturalmente-- del nuevo Manual de campo de contrainsurgencia (No. 3-24). Está
abierta complicidad de los círculos de educación superior con la maquinaria de guerra de Estados Unidos, provocó un alud de críticas de los intelectuales independientes estadounidenses, quienes con rigor analizaron el texto coordinado por el general David H. Petraeus y condenaron el vergonzoso papel jugado por las autoridades universitarias que consintieron en editar un manual destinado a la persecución, tortura y asesinato de seres humanos y a la ocupación militar de países en los “oscuros rincones del mundo” en los que Estados Unidos pretende hacer prevalecer sus intereses.

Uno de estos críticos es David Price, autor de un demoledor artículo traducido al castellano y publicado por Rebelión: “Prostitución de la antropología al servicio de las guerras del imperio”, en el que demuestra el plagio realizado --en particular en el capítulo tercero del Manual-- de autores como Victor Turner, Anthony Giddens,
David Newman, Susan Silbey, Kenneth Brown, Fred Plog, Daniel Bates, Max Weber, entre otros. Este capítulo, considerado por Price como central, fue escrito por la antropóloga Montgomery Mcfate, quien –recordemos-- es una de las más fervientes partidarias de la utilización de la ciencia antropológica en la contrainsurgencia a partir de equipos de antropólogos “empotrados” en las unidades de combate en Afganistán e Irak.

Price destaca esta carencia de ética intelectual debido a que “las pretensiones de integridad académica constituyen el fundamento mismo de la estrategia promocional del Manual”, que ha sido alabado por los mercenarios intelectuales del Pentágono en los medios masivos de comunicación y en periódicos y revistas como el New York Times, Newsweek y otras publicaciones estadounidenses.
También, el Manual ha provocado una reacción de alborozo en los medios militares de otras altitudes. El general brasileño Álvaro de Souza Pinheiro, por ejemplo, lo considera “el documento doctrinario de contrainsurgencia más bien elaborado que el mundo occidental ha visto hasta hoy en día” e informa que “gran parte de los ejércitos de la OTAN ya está en proceso de reformulación de sus documentos similares, teniendo como base el reciente manual norteamericano”.
(Chile Press, 02/04/2007).

Seguramente que la Secretaría de la Defensa Nacional mexicana, a través del Plan México, está analizando tal novedad editorial para poner al día sus viejos manuales de guerra irregular y mejorar sus campañas contrainsurgentes en Chiapas y otros estados de la república, ahora con el auxilio de antropólogos empotrados --a la moda Mcfate-- que ayuden a “comprender” a los militares las culturas de los “nativos” que se rebelan contra el orden establecido.
La lectura del Manual es obligatoria para entender la mentalidad de los intelectuales de la guerra “contra el terrorismo”. El prefacio firmado por el general Petraeus (que estuvo a cargo de las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos en Irak) y por el general James F. Amos, del tristemente célebre Cuerpo de Marines, muestra que los militares estadounidenses se tornaron si no marxistas por lo menos dialécticos pues descubren que: “El Ejercito y el Cuerpo de Marines
reconocen que cada insurgencia es contextual y presenta su propio conjunto de retos”. Por ello, una campaña de contrainsurgencia requiere que “Soldados y Marinos (así, con mayúsculas en todo el texto) utilicen una mezcla de tareas de combate con habilidades más frecuentemente asociadas con agencias no militares…

“Se espera que Soldados y Marinos sean constructores de naciones lo mismo que guerreros. Ellos deben estar preparados para ayudar a restablecer instituciones y fuerzas locales de seguridad y asistir en la reconstrucción de los servicios básicos. Ellos deben de ser capaces de facilitar el establecimiento de la gobernabilidad local y el imperio de la ley. La lista de estas tareas es larga; hacerlas involucra una cooperación y coordinación con muchas agencias intergubernamentales (de Estados Unidos), de la nación huésped y del ámbito internacional…Conducir una campaña de contrainsurgencia exitosa requiere de una fuerza flexible, adaptable, dirigida por líderes ágiles, bien informados y astutos culturalmente.”

El análisis de este prefacio a la luz de la ocupación neocolonial de Irak descubre que estos “constructores de naciones” han sido quienes sin justificación alguna llevaron a cabo una guerra violatoria del marco jurídico internacional contra un Estado independiente y miembro de la Organización de Naciones Unidas, misma que ha ocasionado la muerte de 650 mil iraquíes, la destrucción de la infraestructura básica de servicios públicos, el éxodo de millones de habitantes hacia el exterior, el saqueo y destrucción de su patrimonio cultural, el asesinato premeditado de sus escritores, docentes, médicos y abogados. La potencia ocupante estableció un gobierno pelele de colaboracionistas al que eufemísticamente llama “gobierno de la nación huésped”, el cual se sostiene sólo por la letal astucia cultural de Soldados y Marinos y el imperio de la ley de Estados Unidos.
Por cierto, el 2007 fue el más mortífero para las tropas de ocupación con 858 soldados estadounidenses muertos hasta el seis de noviembre y 3855 acumulados desde 2003 (61, 996 muertos y heridos por causas hostiles y no hostiles). ¿Será que el Manual no está funcionando? ¿Qué los Soldados y Marinos no leen? ¿Qué los antropólogos empotrados no hacen bien su trabajo? ¿Será, tal vez, que la insurgencia es más dialéctica que la contrainsurgencia?.

Un supuesto básico del Manual de Contrainsurgencia 3-24 es que Estados Unidos tiene el derecho de intervenir militarmente en el ámbito mundial, lo cual se contrapone con los principios y leyes del marco jurídico internacional que dieron origen y constituyen el fundamento de la Organización de Naciones Unidas. Así,
el Manual sostiene que su doctrina “por definición es amplia en perspectiva y contiene principios, tácticas y procedimientos aplicables en todo el mundo…Esta publicación tiene como propósito ayudar a preparar a los jefes del Ejército y del Cuerpo de Marines a conducir operaciones de contrainsurgencia en cualquier parte del mundo.”

Para justificar esta extraterritorialidad castrense --como ya mencionamos-- los estrategas utilizan una entelequia jurídica denominada “nación huésped”, cuyo gobierno “invita” a Estados Unidos a la contrainsurgencia contra su propio pueblo, aunque dicha autoridad sea impuesta con posterioridad al derrocamiento del gobierno legalmente constituido y la ocupación militar del país por las fuerzas expedicionarias de Estados Unidos. Ya en la anexión del archipiélago de las Filipinas en 1898, Estados Unidos libró su primera guerra de contrainsurgencia del siglo XX contra la rebelión encabezada por Emilio Aguinaldo, con el pretexto  según el presidente estadounidense William McKinley—de “educar, elevar y cristianizar a los filipinos“. (Timothy K. Deady, Parameters. Spring, 2005).
También, en la guerra contrainsurgente de Estados Unidos en Nicaragua contra el general Augusto C. Sandino --quien derrotó una y otra vez a los marines estadounidenses-- los yanquis emplearon la táctica de enfrentar “nativos contra nativos”, al crear la Guardia Nacional encabezada por Anastasio Somoza García, quien finalmente asesinó a Sandino en 1934.
Otra de las ideas-fuerza del Manual es que al poseer Estados Unidos una abrumadora superioridad militar convencional, sus enemigos luchan por medio de una guerra no convencional, “mezclando tecnología moderna con antiguas técnicas de insurgencia y terrorismo…En contrainsurgencia, el lado que aprende y se adapta más rápidamente –el que tiene mejor organización para aprender usualmente gana. Contrainsurgencias han sido llamadas competencias  de aprendizaje. Entonces, esta publicación identifica que ‘aprender y adaptar’ es un imperativo moderno de contrainsurgencia para las fuerzas de Estados Unidos”
A partir de esta premisa, el Manual concluye:

“Irónicamente, la naturaleza de la contrainsurgencia presenta retos a los sistemas tradicionales de lecciones aprendizaje; muchos aspectos no militares de la contrainsurgencia no llevan por sí mismos a un aprendizaje táctico rápido…Realizar tareas no militares en contrainsurgencia requiere conocimiento en muchas y diversas materias complejas. Estas incluyen gobernanza, desarrollo
económico, administración pública, y el imperio de la ley. Comandantes con un conocimiento profundo en estas materias pueden ayudar a sus subordinados a entender ambientes desafiantes y poco familiares y adaptarse más rápidamente a situaciones cambiantes.”

Se ofrecen definiciones a modo de insurgencia y contrainsurgencia: “insurgencia es una lucha político-militar organizada y prolongada ideada para debilitar el control y la legitimidad de un gobierno establecido, de una fuerza ocupante o de otra autoridad política, mientras se incrementa el control insurgente”. Otra definición de insurgencia afirma que ésta es “típicamente una forma de guerra interna, una que ocurre primariamente dentro de un estado, no entre estados, y una que contiene al menos ciertos elementos de guerra civil. Contrainsurgencia son las acciones militares, paramilitares, políticas, económicas, sicológicas y cívicas llevadas a cabo por un gobierno para derrotar a la insurgencia.”

En el caso de Irak se observa que el “gobierno establecido” no tiene legitimidad ni control puesto que es una autoridad subordinada a la potencia ocupante. Asimismo, ante su fracaso contra la resistencia patriótica, Estados Unidos ha provocado la guerra civil, enfrentando a sunitas contra chiitas a través de atentados terroristas perpetrados por sus agencias de inteligencia, fortaleciendo la independencia de facto de los kurdos y debilitando al máximo la unidad nacional.

El gran “descubrimiento” del Manual es su barniz antropológico:

“El conocimiento cultural es esencial para emprender una exitosa contrainsurgencia. Las ideas americanas (sic) de lo que es “normal” o “racional” no son universales. Por el contrario, miembros de otras sociedades frecuentemente
tienen diferentes nociones de racionalidad, conducta apropiada, niveles de devoción religiosa, y normas concernientes al género.”
El verdadero proceso de aculturación de los soldados estadounidenses va más allá de los manuales, según palabras de un veterano de la guerra de Irak:

“He sido un asesino psicópata porque me entrenaron para matar. No nací con esa mentalidad. Fue el Cuerpo de Infantería de Marina quien me educó para que fuera un gánster de las corporaciones estadounidenses, un delincuente. Me entrenaron para cumplir ciegamente la orden del Presidente de Estados Unidos y traerle a casa lo que él pidiera, sin reparar en ninguna consideración moral. Yo era un psicópata porque nos enseñaron a disparar primero y a preguntar después, como lo haría un enfermo y no un soldado profesional que solo debe enfrentar a otro soldado. Si había que matar a mujeres y a niños, lo hacíamos. Por tanto, no éramos soldados, sino mercenarios”. (Jimmy Massey, Fuente:
Cuba Debate/ Rebelión).

Inteligencia en la contrainsurgencia

Si en cualquier tipo de conflicto bélico el trabajo de inteligencia es indispensable, en la contrainsurgencia es particularmente vital, señalan los militares estadounidenses. Por ello, el capítulo clave del Manual de Contrainsurgencia 3-24 versa precisamente sobre las características de la inteligencia en esta guerra asimétrica. Igualmente, dado que las conflagraciones que libra Estados Unidos tienen lugar en espacios culturalmente extraños, el descubrimiento castrense es la colaboración de científicos sociales en las campañas imperialistas contra los movimientos revolucionarios y de resistencia nacional.
La antropóloga contrainsurgente Montgomery McFate lo explica de esta manera:

“En un conflicto entre adversarios simétricos, en el que ambos son equivalentemente iguales y usan tecnología similar, comprender la cultura del adversario es en gran parte irrelevante. La Guerra Fría, con toda su complejidad, enfrentó entre sí a dos poderes de herencia europea. En una operación de contrainsurgencia contra un adversario no occidental, sin embargo, la cultura es
importante.” (Military Review, March-April, 2005)

Ya que los comandantes y estrategas militares requieren “profundizar en las culturas, percepciones, valores, creencias, y procesos de toma de decisiones de individuos y grupos,” el Pentágono integró equipos de expertos en economía, antropología y ciencia política, quienes juegan un papel en lo que técnicamente es llamado “Preparación de Inteligencia del Campo de Batalla”, que consiste en el proceso continuo y sistemático de análisis de la amenaza posible del enemigo y el ambiente en una región geográfica especifica.
Los científicos sociales no son más que un instrumento de guerra, ya que las decisiones finales las toma el personal militar.
El Manual describe el tipo de información que recaban estos singulares mercenarios académicos:

“Por ejemplo, grupos tribales y familiares en Irak y Afganistán cruzan las fronteras nacionales en países vecinos. Las relaciones tras fronterizas permiten a los insurgentes contar con refugio seguro fuera de su país y les ayudan al tráfico tras fronterizo. El área de intereses puede ser grande en relación al AO (área operativa). Muy frecuentemente ésta puede estar influenciada por varios factores, tales como: redes de familia, tribales, étnicas, religiosas y otras que van más allá del área de operaciones; relaciones de comunicación y económicas hacia otras regiones; influencia de los medios de comunicación en la población local, el público de Estados Unidos y los socios multinacionales; apoyos logísticos, financieros y morales del enemigo.”

Los antropólogos-militares definen --con la ayuda del plagio ya denunciado-- conceptos como sociedad, grupo étnico, tribu, redes, instituciones, roles y estatus, estructura y normas sociales, cultura, identidad, sistema de creencias, valores, actitudes y percepciones, lenguaje, poder y autoridad, fuerza coercitiva, capital social, participación política, entre otros. Todo ello para conocer lo que realmente interesa a los militares: los insurgentes, sus objetivos, motivaciones, apoyo o tolerancia de la población hacia ellos, sus capacidades y vulnerabilidades, formas de organización, líderes y personalidades claves, actividades y relaciones políticas, libertad de movimiento, sustentos logísticos, financieros y de inteligencia, nuevos reclutas, armamento y capacidades militares, entrenamiento, etcétera. Especial atención merece la estructura organizativa de los insurgentes: si es jerárquica o no, si los miembros están especializados, si los lideres ejercen un control centralizado, o se permite acción autónoma e iniciativa propia, si el movimiento opera independientemente, o tiene relaciones con otras redes y organizaciones, si los insurgentes le dan más peso a la acción política, o a la violenta. También, cada dirigente es motivo de un escrutinio detallado:
su papel en la organización, actividades conocidas y asociadas, historia personal y trayectoria, creencias, motivaciones e ideología, educación y entrenamiento, temperamento (“por ejemplo, cuidadoso, impulsivo, pensativo, o violento”), importancia en la organización, popularidad fuera de ella. En las sesiones de tortura en Irak, Afganistán, Guantánamo, y otros “oscuros rincones del planeta”, estas son sin duda algunas de las preguntas a los detenidos por las fuerzas de ocupación estadounidenses; también formarán parte de las materias que los mentores yanquis enseñaron a miembros de las fuerzas armadas mexicanas en los cursos de “combate al terrorismo” denunciados por La Jornada.
Asimismo, estrategias y tácticas de los rebeldes merecen especial cuidado: acciones conspirativas, militarismo, guerrilla urbana, guerra popular, emboscadas, incendios, bombas y explosivos, armas químicas, biológicas, radiológicas, o armas nucleares, manifestaciones, contrainteligencia de los insurgentes, ejecución de soplones, secuestros, toma de rehenes, infiltración y subversión, propaganda, ataques a instalaciones, sabotaje, entre otros.

Se analizan todos los tipos de inteligencia: humana, operaciones militares, interrogatorio a detenidos y desertores, informes de asuntos civiles, operaciones psicológicas, de los oficiales del ejército y fuerzas policíacas del gobierno pelele, contratistas, delaciones telefónicas anónimas, periodistas, académicos, etcétera.
También se obtiene información de inteligencia de rutinas de reconocimiento y vigilancia, sensores y cámaras, inteligencia espacial, análisis de archivos de propiedad, financieros, del contenido de celulares y computadoras.
Sería un error subestimar las capacidades y los alcances de este trabajo de inteligencia de los imperialistas estadounidenses, como pensar que son invencibles. También es importante que la comunidad de antropólogos en el ámbito latinoamericano se manifieste en contra de la utilización mercenaria de su disciplina.

(*)Tomado del ensayo Estudiando la contrainsurgencia de Estados Unidos:
manuales, mentalidades y uso de la antropología.Mexico. Octubre 2012
Gilberto López y Rivas



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